"De cierto os digo, que si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de loscielos." La sencillez, el olvido de sí mismo y el amor confiado del niñito son los atributos que el Cielo aprecia. Son las características de la verdadera grandeza.
Jesús volvió a explicar a sus discípulos que su reino no se caracteriza por la dignidad y ostentación terrenales. A los pies de Jesús, se olvidan todas estas distinciones. Se ve a los ricos y a los pobres, a los sabios y a los ignorantes, sin pensamiento alguno de casta ni de preeminencia mundanal. Todos se encuentran allí como almas compradas por la sangre de Jesús, y todos por igual dependen de Aquel que los redimió para Dios.
El alma sincera y contrita es preciosa a la vista de Dios. El pone su señal sobre los hombres, no según su jerarquía ni su riqueza, ni por su grandeza intelectual, sino por su unión con Cristo. El Señor de gloria queda satisfecho con aquellos que son mansos y humildes de corazón.
"Dísteme asimismo --dijo David-- el escudo de tu salud: . . . y tu benignidad --como elemento del carácter humano-- me ha acrecentado."*
"El que recibiere en mi nombre uno de los tales niños --dijo Jesús,-- a mí recibe; y el que a mí recibe, no recibe a mí, mas al que me envió."
"Jehová dijo así: el cielo es mi solio, y la tierra estrado de mis pies: . . . mas a aquel miraré que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra." DTG Pág 450
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