Durante estos días de descanso laboral he querido buscar a Dios de una forma diferente y, como siempre que esto hacemos, el Señor me ha bendecido mucho. He reaprendido que debo dejar que sea Él quien hable y a hablar menos yo. Quise dejar de pensar por mí mismo, tan sólo leer y orar con paz y calma, y he podido verle en muchos lugares: en los pájaros, en las risas infantiles, en el sonido de las olas, en las estrellas de la noche y en el sonido de la lluvia al caer. ¡Qué fácil es notar su presencia si tan sólo aparcamos nuestros pensamientos!
A veces estamos tan agobiados y liados con nuestros propios pensamientos que se nos olvida escuchar. Hay que pararse, detenerse, y volver a las "sendas antiguas". Allí dónde estábamos la primera vez que escuchamos Su voz. Es importante.
Le pregunté: Señor ¿Dónde está la clave, la llave, para andar en tus caminos y ser útil en tu obra? Y, como siempre, me respondió:
"...Dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra" Isaías 1:16-19
Ya sabéis en qué contexto había leído siempre este mensaje, pero se me olvidaba leer antes, después y en medio de él. Jesús le dio este mensaje a su pueblo, a los que le conocían, a los que le buscaban cada día en el templo... y que habían olvidado el verdadero sentido de lo que hacían. Quiero recuperar el verdadero sentido de mi religión, de mi relación con Jesús, de la paz que busca mi alma, quiero encontrarme cara a cara con mi Maestro. Quiero verlo en las caras y vidas de los que me rodean.
Que mi oído esté atento y acostumbrado a escuchar Su voz, a distinguirla del ruido que a veces intenta ahogarla y que sea capaz de ver a mi Maestro en las vidas de las personas que me rodean, mas allá de los muros de mi casa.. AMEN
A veces estamos tan agobiados y liados con nuestros propios pensamientos que se nos olvida escuchar. Hay que pararse, detenerse, y volver a las "sendas antiguas". Allí dónde estábamos la primera vez que escuchamos Su voz. Es importante.
Le pregunté: Señor ¿Dónde está la clave, la llave, para andar en tus caminos y ser útil en tu obra? Y, como siempre, me respondió:
"...Dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra" Isaías 1:16-19
Ya sabéis en qué contexto había leído siempre este mensaje, pero se me olvidaba leer antes, después y en medio de él. Jesús le dio este mensaje a su pueblo, a los que le conocían, a los que le buscaban cada día en el templo... y que habían olvidado el verdadero sentido de lo que hacían. Quiero recuperar el verdadero sentido de mi religión, de mi relación con Jesús, de la paz que busca mi alma, quiero encontrarme cara a cara con mi Maestro. Quiero verlo en las caras y vidas de los que me rodean.
Que mi oído esté atento y acostumbrado a escuchar Su voz, a distinguirla del ruido que a veces intenta ahogarla y que sea capaz de ver a mi Maestro en las vidas de las personas que me rodean, mas allá de los muros de mi casa.. AMEN
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